Fieles agradecen a Nuestra Señora de la Santa Muerte en Tepito
Miles de fieles agradecen a Nuestra Señora de la Santa Muerte en medio de guerra de Carteles de Tepito.
CIUDAD DE MÉXICO.- Rechazada en múltiples ocasiones por la Arquidiócesis de México y el Vaticano, incluso por la Secretaría de Gobernación, bajo el argumento de que contradice y «desvía gravemente los fines establecidos en los estatutos de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público de México», Nuestra Señora de la Santa Muerte recibe cada 1 de noviembre a miles de fieles en el Santuario ubicado en la calle de Alfarería, entre Panaderos y Mineros, en el Barrio Bravo de Tepito.
¿Cuál es el significado de Nuestra Señora de la Santa Muerte para los devotos en la Ciudad de México?
Los devotos provienen de distintos puntos de la Ciudad de México, especialmente de sus zonas más populares, así como de otras regiones de la República e incluso de Estados Unidos y Centroamérica, quienes viajan para agradecer o pedir por “un paro” (favor) a quien también llaman “la niña blanca”.
Pese a la guerra declarada entre los cárteles de la Unión y Anti-Unión en las calles del centro histórico de la capital, las peticiones de salud, amor y dinero no cesan ante la figura de aproximadamente 2 metros al interior de una vitrina, rodeada de velas y flores traídas por los fieles.
Estas ofrendas son recibidas por Enriqueta Romero y su familia. Doña Queta es una especie de iniciadora del culto, al resguardar en su casa una vitrina que da a la calle y que se ha convertido en el altar más popular de esta veneración.
¿Cómo se vive el culto a la Santa Muerte en Tepito?
Salud, amor y dinero son las solicitudes más comunes en uno de los cultos sincréticos que sorprenden por su conexión con lo “oscuro”, a menudo asociado con la delincuencia, la prostitución y la criminalidad, así como por la fusión de elementos que combina con la iglesia católica.
Las clases sociales parecen no existir aquí, y cualquier estereotipo está libre de prejuicio. De hecho, es la gente más humilde la que se congrega en este lugar, donde instalan pequeños altares en la banqueta o el asfalto que rodea el santuario (como sucedería en cualquier atrio de iglesia), conviviendo en una verbena con otros peregrinos, compartiendo todo tipo de comida, dulces, frutas, marihuana, bebidas embriagantes y confraternizando durante las 24 horas que dura esta especial fecha, que se combina con el Día de Muertos.
Todo aquello que no está permitido por la ley o es mal visto por la sociedad, especialmente el consumo de drogas y alcohol, se vuelve “legal” mientras se respete a los demás.
Los cárteles locales hacen tregua; delincuentes y prostitutas respetan al prójimo y “no trabajan”, al igual que los empresarios de los table dances o los “comerciantes” de la Navigator, quienes generosamente han pagado varias horas de mariachis.
Doña Queta, aunque es considerada una especie de figura similar a una sacerdotisa por los fieles, no se ve a sí misma como tal, sino como una ama de casa y guardiana de la efigie adorada por hasta 12 millones de fieles en Latinoamérica. No imparte ningún tipo de misa o ritual, aunque eventualmente se une a la oración con otros fieles, a quienes ofrece consejos.Su actividad principal es atender un comercio donde vende figuras y escapularios, así como recibir flores, dinero y regalos que entregan los devotos.
Ella refiere que más que un culto a la muerte, es un culto a la vida y al aprecio que se le tiene a ella, encontrándose al final de la vida con la muerte.
¿Cuáles son los orígenes del culto a la Santa Muerte?
Los estudiosos señalan que este culto de tipo animista tiene sus orígenes en la época prehispánica, principalmente ligado a los dioses Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, como las deidades de la muerte, la oscuridad y el Mictlán, 'la región de los muertos'. Estos dioses eran adorados por guerreros y comerciantes.
Se dice que “antes de presentarse ante el Señor y la Señora de la muerte, había que pasar numerosos obstáculos: piedras que chocan entre sí, desiertos y colinas, un cocodrilo, viento de filosas piedras de obsidiana, y un caudaloso río que el muerto atravesaba con la ayuda de un perro que era sacrificado el día de su funeral (Xoloitzcuintli). Se montaban ofrendas y se ponía comida para los dueños del inframundo”, tan significativa es su importancia que se le asocia con un culto primitivo al gran Tzompantli del Templo Mayor de la antigua Tenochtitlan.
Desde la época de la Nueva España hasta nuestros días, se menciona que el culto mayormente se realizaba al interior de las casas, sobre todo entre los indígenas que adoraban un esqueleto al que llamaban Muerte, y muchas veces lo ligaban o “escondían” en la ofrenda del Día de Muertos para evitar la inquisición o ser mal vistos por los patrones o los católicos.
Esta práctica se propagó de boca en boca, tanto en el tiempo como en la distancia, llegando así a nuestros días y tomando fuerza, convirtiéndose en una creencia en expansión, con la instalación de otros templos menores en otras regiones, especialmente en las fronteras norte y sur de México.
La realidad es que este culto, dentro de las estructuras “establecidas” de la sociedad, también es venerado principalmente por personas que asumen tener algún tipo de riesgo en la vida cotidiana, como militares, políticos, policías, delincuentes de poca monta e integrantes del crimen organizado.A veces, agradecen salir bien librados de la justicia o de la muerte misma, pidiendo fuerzas para acabar con sus enemigos y agradeciendo por el bien o mal que la Santa Muerte les pueda hacer.
Esto se relaciona más con la naturaleza e intenciones humanas de quienes la profesan que con el bien o mal de la idea que significa la creencia, tanto en lo individual como en lo colectivo.