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¿Por qué el cerebro sabotea tus planes de ejercicio? La ciencia lo explica

Nuestro cerebro está diseñado para evitar el esfuerzo, lo que complica mantenerse activo. Conoce cómo entender este mecanismo y superar la barrera para llevar un estilo de vida saludable.

Por: Reynol González

CIUDAD DE MÉXICO, México.- Mantenerse activo y en forma no es tan sencillo como parece, a pesar de las mejores intenciones. ¿Por qué? La respuesta podría estar en la manera en que nuestro cerebro está programado. La teoría del mínimo esfuerzo sugiere que, desde tiempos ancestrales, los humanos hemos desarrollado una tendencia natural a evitar el esfuerzo innecesario. Este comportamiento, que en su momento fue crucial para la supervivencia, hoy en día se manifiesta como una resistencia a la actividad física.

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Buscando excusas y apagando la acción

Imagina que decides salir a correr por la mañana, pero, cuando llega el momento, te encuentras a ti mismo buscando excusas para no hacerlo. Este fenómeno no es casualidad. Se debe a una programación evolutiva que nos impulsa a conservar energía. En el pasado, cuando nuestros ancestros debían cazar para sobrevivir, gastar energía de manera eficiente era una cuestión de vida o muerte. Pero hoy, en un mundo lleno de comodidades, esta tendencia nos juega en contra.

A pesar de que la intención de mantenerse activo está presente, la acción muchas veces no se concreta. Un estudio reciente reveló que casi la mitad de las personas que tienen la intención de hacer ejercicio regularmente no logran cumplirlo. Esto demuestra la brecha significativa que existe entre lo que queremos hacer y lo que realmente hacemos, un desafío que no es exclusivo de unos pocos, sino que afecta a muchos.

Todo está en la 'función ejecutiva'

Sin embargo, no todo está perdido. La función ejecutiva de nuestro cerebro, que nos permite planificar y resistir impulsos, juega un papel crucial en superar esta inercia natural. Aquellos con una función ejecutiva más fuerte tienden a ser más activos físicamente. Y lo mejor de todo es que esta capacidad puede entrenarse. A medida que nos mantenemos activos, también fortalecemos esta parte del cerebro, creando un ciclo positivo que nos impulsa a seguir adelante.

Pero confiar únicamente en la fuerza de voluntad no siempre es suficiente. Nuestra capacidad para resistir la tentación de la comodidad tiene un límite, especialmente en un entorno lleno de distracciones. Por eso, es esencial hacer que la actividad física sea algo placentero. Cuando disfrutamos lo que hacemos, es más probable que lo repitamos, convirtiendo el ejercicio en un hábito y no en una tarea.

Un buen ejemplo de esto es hacer ejercicio en un entorno agradable, como un parque o la playa, o simplemente escuchando música que nos motive. Estas experiencias positivas transforman nuestra percepción de la actividad física, haciéndola más atractiva y menos costosa en términos de esfuerzo mental y físico.

Diseñar las estrategias que nos ayuden

La teoría del mínimo esfuerzo es aún relativamente nueva, pero ya está ofreciendo valiosas perspectivas sobre cómo podemos ayudar a las personas a ser más activas. Al entender mejor cómo funciona nuestro cerebro, podemos diseñar estrategias más efectivas para cerrar la brecha entre la intención y la acción. Esto no sólo tiene implicaciones a nivel individual, sino que podría ser la clave para enfrentar el problema global del sedentarismo.

Mientras los investigadores siguen explorando esta teoría, surgen nuevas preguntas. ¿Cómo podemos crear entornos que hagan más tentador el movimiento? ¿Qué papel juegan las diferencias individuales en la eficacia de estas estrategias? Aunque todavía queda mucho por descubrir, la teoría del mínimo esfuerzo ya nos ha dado una herramienta poderosa para entender y superar uno de los mayores desafíos de nuestra era: la inercia del sedentarismo.

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En un mundo donde la comodidad a menudo reina, esta teoría nos invita a reconsiderar nuestra relación con la actividad física. Al reconocer que nuestra tendencia a evitar el esfuerzo no es sólo una barrera, sino también una oportunidad para crear estrategias más inteligentes y placenteras, podemos transformar nuestras intenciones en acciones que realmente mejoren nuestras vidas y nuestra salud.