Faustino Landeros: El último fotógrafo de la Fuente de la Vida en Monterrey
La historia de Faustino, un fotógrafo que hizo de la lente su principal fuente de ingresos, pero que ahora, con el auge de los celulares, enfrenta el desinterés de quienes antes buscaban su servicio.
Desde 1984, Faustino Landeros Rodríguez convirtió la Fuente de la Vida, en la Macroplaza de Monterrey, en su estudio al aire libre. Durante años llegó a tomar hasta 500 fotografías en un solo fin de semana, cuando llevarse una imagen impresa era parte esencial del recuerdo.
A más de 30 años de distancia, el avance de la tecnología cambió el panorama. Los celulares desplazaron su cámara y redujeron de forma drástica la demanda de su trabajo.
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¿Cómo es el trabajo de Faustino actualmente, con qué frecuencia toma fotografías?
Pese a sus 74 años, Faustino se mueve con agilidad entre los paseantes. Su complexión delgada y el hábito de caminar largas jornadas lo llevan de un punto a otro, ofreciendo sus servicios con la misma constancia de siempre.
Hoy, con suerte, logra tomar entre 10 y 15 fotografías por jornada, una cifra que refleja cómo la mayoría de las personas prefiere capturar sus propios recuerdos con el teléfono celular.
- “Pásele, le ofrezco la fotografía del recuerdo de Monterrey, la Fuente de la Vida, qué bonito lugar, lléveselo en una foto”, repite una y otra vez mientras recorre los alrededores de la también conocida Fuente de Neptuno.
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¿De qué manera Faustino buscó actualizarse ante la tecnología?
Consciente de los cambios, Faustino intentó adaptarse. Invirtió en impresoras y modernizó su equipo para entregar la fotografía en menos de cinco minutos. Sin embargo, ni la rapidez ni la calidad lograron frenar el avance de la tecnología.
Este sábado, bajo un sol intenso y con la Macroplaza llena de visitantes, en dos horas apenas consiguió vender dos fotografías.
Él y otros tres compañeros de su generación iniciaron juntos en este oficio, pero con la llegada del celular, su trabajo fue perdiendo importancia entre los paseantes.
Aun así, Faustino se resiste a abandonar lo que fue su principal sustento. Gracias a la fotografía logró sacar adelante a su familia y brindarles a sus hijos una carrera profesional. Para él, la cámara no es solo una herramienta de trabajo, sino parte de su historia de vida.
Aunque el oficio del fotógrafo de campo, el que captura recuerdos en sitios turísticos, está en vías de desaparecer, Faustino se mantiene firme, convencido de que su labor dejará un legado.
Mientras no logra vender fotografías, también se convierte en guía improvisado. Sin cobrar un peso, orienta a turistas nacionales y extranjeros que le preguntan qué lugares visitar, dónde comer o cómo conocer mejor la ciudad.
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¿Qué dicen los escasos clientes?
Tras un par de horas ofreciendo sus servicios, una familia proveniente de San Luis Potosí se acercó para preguntar el costo de la fotografía. Faustino respondió que el precio es de 70 pesos, y 80 pesos si incluye un par de llaveros.
Tiburcio Hernández, padre de familia, explicó que aunque llevan celular, decidió llevarse una fotografía impresa, tomada desde el ángulo de un profesional, como un recuerdo tangible de su visita a Monterrey.
Faustino asegura que mientras tenga fuerzas seguirá trabajando en la Macroplaza, un lugar al que todos llegan, disfrutan y buscan capturar un momento especial. Porque, aunque las pantallas dominen el presente, él cree que siempre habrá quien valore una fotografía que se puede tocar, guardar y recordar.











