Las fallidas campañas electorales del Poder Judicial

Todavía no son las elecciones, así que no puedo decir si serán un éxito o no. Lo que sí sé es que en definitiva las campañas, en particular para la Suprema Corte, fueron un fracaso. Considerando los datos únicamente de Facebook, solo el 0.28% de lxs votantes se habrían enterado de su contenido promocional.

Analizar el impacto que las y los aspirantes tuvieron en redes es crucial por distintas razones. De entrada por las fuertes limitaciones que la reforma le impuso a las personas candidatas. Únicamente se les permitió promoverse en medios que les invitaran, repartiendo volantes, en mítines y plataformas digitales.

Además, a diferencia del resto de las campañas que hemos vivido, esta vez, las y los aspirantes no tuvieron espacios designados en radio y televisión para promoverse.

Bajo estas condiciones, según una encuesta de El Financiero, el 45% de las y los candidatos aseguraron que las redes fueron “el medio más efectivo” para promoverse.

El 38% dijo que el volanteo, y muy por debajo quedaron los medios de comunicación con 11% y los mítines con 6%. Por esto me parece aún más sorpresivo ver el poco impacto que generaron en redes.

Al sumar las y los “seguidores” y “amigos” de todxs lxs aspirantes (63 porque la número 29 se dio de baja), obtuve la cifra total de 291,831 personas.

Bajo el supuesto de que estas cuentas no estén repetidas (o sea, que cada seguidor exclusivamente siguiera a un aspirante, lo que sería extraño), obtenemos un promedio de 4,616 seguidores y/o amistades por candidatura. Sobra decir que es una cifra absurdamente baja al tratarse de cargos a nivel nacional que todo el electorado de México podrá decidir.

Imagínense un escenario en el que las pasadas elecciones presidenciales, Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez no hubieran tenido la posibilidad de promoverse en radio y televisión, y que al checar sus redes nos toparemos con que suman menos de 5 mil seguidores. Sería absurdo, porque lo es.

El total de seguidores en Facebook representa el 0.28% de la lista nominal, que suma 100 millones 537 mil 828 votantes, con corte al 10 de abril.

También llaman la atención dos detalles: hay decenas de aspirantes que únicamente acumulan unos cuantos cientos de seguidores, mientras que incluso quienes sí cuentan con miles, tienen publicaciones con apenas decenas de interacciones o incluso menos (algo evidentemente sospechoso).

Me pregunto: ¿Cuántas personas realmente estuvieron al tanto de las campañas? No cuestiono de forma acusatoria, en serio, lo entiendo. De entrada, porque plantear campañas principalmente en redes en un país donde sólo el 56.4% de los hogares tienen internet es un sinsentido.

Desde ahí se contemplaba la exclusión de prácticamente la mitad de la población. Además, hacer un rápido análisis de todas y todos los aspirantes que elegiremos a nivel nacional, tomaría días.

Esto únicamente considerando a las 38 candidaturas para el Tribunal de Disciplina, 64 para la Suprema Corte y 15 para el Tribunal Electoral. Si alguien le dedicara solamente 10 minutos en darle una veloz googleada a cada perfil, la tarea de revisión le tomaría más de 19 horas. Absurdo por donde se le vea.

Al final, la reforma está aquí y será histórica por diversas razones. Por un lado, por la poca regulación en el proceso: no se destruirán las papeletas, la ciudadanía no contará los votos, no tendremos datos de fiscalización de las campañas hasta pasada la elección, y el día de las votaciones no tendremos resultados preliminares.

Aun así, también trae consigo la posibilidad de cambiar por completo la impartición de justicia en nuestro país. ¿Para bien o para mal? No puedo asegurarlo todavía, pero espero que mi intuición esté equivocada.