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México

¿Tiempo de mujeres? ¡Puro Cuento!

En México, la historia política nos ha enseñado que hay reglas no escritas.

Perspectiva de Hugo Ontiveros. Foto: POSTA México.
Perspectiva de Hugo Ontiveros. Foto: POSTA México.

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Por: Hugo Ontiveros

En México, la historia política nos ha enseñado que hay reglas no escritas, principios que se aplican solo cuando conviene y discursos que suenan bien, pero que se diluyen cuando hay que tomar decisiones reales.

El reciente escándalo de Cuauhtémoc Blanco Bravo, acusado de violación y protegido por el fuero legislativo que su partido Morena se niega a retirar, es una prueba más de que las famosas “agendas de género” no son más que un bonito adorno en los discursos, pero no en la práctica.

La presunción de inocencia es un derecho fundamental, y nadie está pidiendo que se condene al exgobernador de Morelos sin pruebas.

Sin embargo, si el partido en el poder estuviera realmente comprometido con la justicia y la lucha contra la violencia de género, lo mínimo que debería haber hecho es permitir que la justicia actúe sin obstáculos, retirándole el fuero.

Después de todo, si nada debe, nada teme, ¿no? Pero no, el partido que se llena la boca hablando de equidad y derechos de las mujeres ha decidido que es más importante blindar a uno de los suyos que dar un mensaje de congruencia y respeto hacia las víctimas.

Esto ocurre, además, bajo el gobierno de la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien en su toma de protesta aseguró que todas las mujeres llegaban “de la mano con ella”.

Al parecer, algunas llegaron de la mano, y otras con un codazo en las costillas para que no hagan demasiado ruido. Porque cuando se trata de hechos concretos, de justicia y de compromiso con las mujeres, el discurso se desmorona como castillo de arena.

El caso de Blanco no es una simple anécdota. Es la confirmación de que, en la política mexicana, la “agenda de género” solo importa cuando no estorba a los intereses del partido.

En un país donde la paridad es obligatoria en candidaturas y donde se presume un avance en derechos de las mujeres, sería lógico pensar que bastaría con el voto de las legisladoras —sin importar su partido— para desaforarlo. Pero no. Aquí no importa lo que significa ser mujer en la política, sino a qué equipo juegas.

En el fútbol, Cuauhtémoc Blanco fue un ídolo. En la política, es otro jugador más del equipo de la impunidad.

Y lo más lamentable es que su equipo, el partido que hoy gobierna, ha decidido que es más importante protegerlo a él que a las mujeres que dicen defender.

Mientras tanto, la presidenta, con P mayúscula, sigue en su propio juego, donde la justicia para las mujeres es solo una estrategia de campaña, no un compromiso real.


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