¿Más calor o frío? Así es como ha cambiado el clima en Yucatán en las últimas décadas
Un estudio revela que las lluvias extremas van en aumento en Yucatán, impulsadas por fenómenos como El Niño y La Niña

Un reciente estudio publicado en la revista International Journal of Climatology ha identificado cambios importantes en los patrones de precipitación extrema en la Península de Yucatán, los cuales podrían tener implicaciones críticas para la infraestructura, la agricultura y la gestión del agua en la región.
Es importante señalar que para 2025 se espera una temporada de huracanes particularmente activa tanto en la zona de Atlántico como en el Pacífico, situación que podría están siendo agravada por las perturbaciones climáticas en la región.
Según el Servicio Meteorológico Nacional, se espera que en la temporada se desarrollen entre 13 y 17 ciclones tropicales en el Atlántico, de los cuales entre 7 y 9 alcanzarían la categoría de tormenta tropical, y entre 6 y 8 podrían intensificarse hasta convertirse en huracanes.
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¿Qué está cambiando en el clima de Yucatán?
La investigación analizó datos de 14 estaciones meteorológicas entre 1981 y 2020, evaluando 17 índices climáticos relacionados con la precipitación. Los resultados revelan un aumento sostenido en la frecuencia, duración e intensidad de lluvias extremas, particularmente durante el verano. Esto sugiere que los eventos de lluvias y tormenta intensas son ahora más comunes y prolongados, lo cual incrementa el riesgo de inundaciones en zonas urbanas y rurales.

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¿Qué factores influyen en estos cambios?
El estudio también relaciona estos fenómenos con eventos climáticos globales como El Niño, La Niña y la Oscilación del Atlántico Norte (NAO). Se encontró que La Niña incrementa las lluvias extremas en la región, mientras que El Niño las reduce significativamente. Estas asociaciones permiten entender mejor la variabilidad interanual del clima en Yucatán.
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¿Qué implicaciones tiene para el futuro?
Este análisis ofrece una base científica robusta para diseñar estrategias de adaptación al cambio climático en la península. Las autoridades estatales y municipales podrían utilizar estos datos para mejorar la planeación urbana, reforzar la infraestructura pluvial y promover prácticas agrícolas más resilientes.
Asimismo, el monitoreo constante y la integración de la ciencia en las políticas públicas se vuelven clave para reducir riesgos ante eventos climáticos extremos.