¿Se acabó la cultura woke?
La cultura woke visibilizó injusticias, pero su rigidez generó rechazo y fue capitalizada por la ultraderecha.
¿Se acabó la cultura woke?
Creo que sé lo que está pasando... creo que lo “woke” está muerto. El Chicharito diciendo que las mujeres debemos cuidar el hogar para no fracasar, American Eagle haciendo una campaña publicitaria sobre los buenos genes, el auge de las trad wife o “esposas tradicionales”... si te da la impresión de que estamos regresando a 1800, no eres tú, es el péndulo cultural.
La pregunta es ¿Cómo llegamos aquí?, y por qué lo que comenzó como un impulso por ampliar derechos terminó fortaleciendo, paradójicamente, el pensamiento de ultraderecha.
Acá te lo explico a profundidad.
En la última década, la llamada cultura woke nació como una respuesta necesaria a siglos de injusticia: racismo, sexismo, homofobia, clasismo y colonialismo.
Un despertar ideológico en busca de una sociedad más justa.
Dirás tú ¿qué tiene de malo eso?
En esencia, nada.
Sin embargo, en ciertos espacios (particularmente en redes sociales y círculos académicos), sus prácticas se volvieron tan normativas y moralmente rígidas que muchos la percibieron como autoritaria o intolerante a la disidencia, aunque fuera bienintencionada.
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Entonces, algunas personas comenzaron a tacharla de exagerada o hipócrita. El péndulo cultural, que en su momento se inclinó hacia la visibilidad de las causas sociales progresistas, hoy parece moverse con fuerza en la dirección contraria.
La tercera ley de Newton.
Sí, esa que indica que si un objeto ejerce una fuerza sobre otro, el segundo objeto ejercerá una fuerza igual y opuesta sobre el primero.Y es que la terminología, las reglas cambiantes del lenguaje, la vigilancia sobre lo “políticamente correcto”, y el miedo a decir algo mal sin querer, generaron fatiga en amplios sectores de la población.
Personas que no eran necesariamente racistas, machistas ni homofóbicas comenzaron a sentirse atacadas, cuestionadas o ridiculizadas por no estar al día con los nuevos códigos morales
Lo woke se convirtió en radical, irracional y peligroso. Desperté es el significado literal de la palabra "woke", que es el pasado de "wake", que significa despertar. Pero vamos al principio, ¿de dónde sale la palabra Woke?
El uso de woke surgió dentro de la comunidad negra de Estados Unidos y originalmente quería decir estar alerta a la injusticia racial. Sin embargo, el término se difundió más allá y empezó a ser utilizado para significar algo más amplio.
En 2017, el diccionario Oxford agregó esta nueva acepción de "woke", definiéndolo como: "Estar consciente de temas sociales y políticos, en especial el racismo”.
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Pero el término es mucho más complejo. Ser woke también tiene que ver con las posturas políticas a las que estás más alineada.
Mientras que para algunas personas ser "woke" es tener conciencia social, racial, y cuestionar los paradigmas y las normas opresoras impuestas históricamente por la sociedad, para otros un woke es un hipócrita que se cree moralmente superior y quiere imponer sus ideas progresistas sobre el resto.
Y ambas tienen razón.
El discurso woke, en su versión más inflexible, no dejó mucho espacio para el error, la duda o el crecimiento personal. En vez de abrir conversaciones, muchas veces cerró espacios con cancelaciones o etiquetas absolutas, incluso hacia personas con ideas cercanas, pero no idénticas.
Así, la cultura de la cancelación, ese boicot social y profesional, que suele realizarse a través de las redes sociales, contra individuos que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable, empezó a tomar el poder. Luego, lo que comenzó como un choque cultural se transformó en un enfrentamiento político.
De un lado, los woke, o las personas alineadas a políticas de izquierda o liberales que abogan por la equidad racial y social, el feminismo, el movimiento LGBTQ+, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el uso de vacunas, el activismo ecológico y el derecho a abortar.
Del otro lado, quienes ven todo eso como una amenaza a los "valores de familia”, a la misma democracia e identifican esa ideología como la tiranía woke. La ultraderecha comenzó a decir: “¿Ves? Quieren controlarte. Nosotros sí te entendemos”.
Así, la derecha más radical entendió muy bien el hartazgo cultural y supo capitalizar la idea de que lo woke es una amenaza a la “identidad”, la “libertad” y la “tradición”. Fabricaron un enemigo claro: “la ideología de género”, “los globalistas”, “los progresistas radicales”.
Era fácil de caricaturizar y aún más fácil de temer. Esa narrativa fue efectiva porque apelaba a emociones primarias: miedo, orgullo nacional, sentido común, nostalgia por un pasado "más simple". Todo esto contribuyó a una polarización extrema, donde ya no hay grises: o estás “despierto” o eres “fascista”.
Esta dinámica empujó a mucha gente hacia los extremos, porque el centro quedó deslegitimado, pues muchas personas que no se sentían representadas por el discurso progresista encontraron en líderes de ultraderecha (como Trump, Bolsonaro, Milei o Vox) figuras que decían lo que “nadie se atrevía a decir”.
Lo hacían con rabia, con arrogancia y muchas veces con mentiras, pero conectaban emocionalmente con quienes se sentían burlados o silenciados por la cultura dominante. Y es que, en lugar de abrir el conocimiento, parte del activismo académico (sobre todo en universidades élite) cerró el círculo de pertenencia a quienes dominaban ciertas palabras, teorías y posturas.
Así, para muchas personas, la lucha progresista se volvió algo lejano, críptico, “de gente educada”. Y ese vacío lo llenó la derecha, con mensajes mucho más simples. Así, el péndulo comenzó a irse justo hacia el lado contrario.
Tres fuerzas clave aceleraron esta reacción de péndulo hacia la ultraderecha: los medios de comunicación, la academia, y los algoritmos de redes sociales. Cada una, por diferentes razones, contribuyó —muchas veces sin quererlo— a generar un ambiente polarizado que terminó beneficiando a discursos extremistas.
Luego el capitalismo entró al chat.
El sistema convirtió lo woke en marketing. Marcas, corporaciones y gobiernos adoptaron el discurso de la diversidad, pero muchas veces de forma vacía o hipócrita. Esto generó desconfianza en sectores progresistas y resentimiento en sectores conservadores, que lo vieron como un intento de imposición ideológica desde el poder corporativo o mediático.
Y para terminar de empujar todo hacia el otro lado, los algoritmos fueron el impulso que faltaba. Las redes sociales funcionan con algoritmos diseñados para maximizar el tiempo que pasas ahí, y lo que más engancha emocionalmente es el conflicto, el escándalo y la indignación.
Esto crea una ilusión de que el mundo está lleno de extremos, cuando en realidad la mayoría de las personas están en una gama más amplia y compleja de ideas.
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Además, la ultraderecha aprendió a jugar muy bien este juego. Generaron memes, canales de YouTube, podcasts y redes de influencers que satirizan lo woke de manera entretenida, y lo convierten en blanco de burla constante.
A través de bromas o videos “de sentido común”, plantan ideas reaccionarias en audiencias jóvenes que ni siquiera se identifican como conservadoras... pero que terminan rechazando todo lo que suene a feminismo, inclusión o crítica social.
Entonces, ¿Qué aprendemos? Que el ascenso de la ultraderecha no fue solo una reacción ideológica al progresismo. Fue una construcción cultural, mediática y emocional cuidadosamente nutrida:
* Los medios lo amplificaron.
* La academia no supo traducir.
* Las redes sociales lo viralizaron.
Y en el centro, quedó una gran mayoría confundida, cansada y buscando refugio en discursos que prometen orden, claridad y pertenencia... aunque sea a costa de los derechos de otros.
La cultura woke hizo visibles muchas injusticias históricas y abrió debates necesarios, pero su forma de ejecutarse —en algunos casos elitista, dogmática o punitiva— generó una reacción social que fue aprovechada por la ultraderecha.
El péndulo no solo se mueve por cansancio, sino también porque hay actores que lo empujan con fuerza cuando huelen oportunidad política.
La pregunta es ¿volverá esa cultura del despertar y alcanzará un justo equilibrio?
Tú qué crees...
Esperando para volver...